Las temperaturas de los últimos días nos hacían creer que no llegaba el otoño, pero está aquí y no se porqué siempre nos trae algo de nostalgia. A mi todos los años me sucede algo que no se si es común para el resto de los mortales, ese primer día de viento, sin sol y la primera caida de las hojas me incita a tomar un baño muy caliente, con poca luz, música de Serrat y cerrar los ojos para recordar…es nostalgia y en realidad no se de que.
Volver a los orígenes, cuando desde el vientre de la madre sentía esa tranquilidad y quizá busco la sensación sin ser consciente de ello. Los primeros minutos me sirven para tomar conciencia de mi propio bienestar, de la piel abriéndose y vaciando alguna pena que se ha quedado dentro sin querer, sintiendo el silencio acuático de sumergir los ojos, la boca; manteniendo el ritmo de la respiración con el sonido del corazón que se agranda bajo el agua y se muestra como es y a veces no le dejamos ser.
En ese límite del sueño y la realidad, empiezo a notar que el agua pierde temperatura y decido salir y envolverme en mi albornoz (con el otoño siempre llegan los catarros y no quiero tentar a la suerte), Al volver a la ventana veo que ya empieza a asomar un tímido rayo de sol, ahora si, no puedo evitar la sonrisa. Siempre me sucede…el sol vuelve a salir.