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Origen del lavabo

Sin duda somos unos privilegiados y hoy día contamos con una gran cantidad de elementos que nos hacen la vida más fácil, sin ser conscientes de ello. Si nuestros antepasados pudieran echar un vistazo, alucinarían con todos estos elementos con los que contamos. Y hoy queremos hablarte del lavabo. ¿Te has preguntado cuál es su origen? Si eres curioso, quédate con nosotros porque te lo vamos a contar.

La palabra “lavabo” proviene del latín “lavare” que significa “lavaré”, concretamente el futuro de la tercera persona del singular del verbo “lavar”. Este nombre se lo pusieron los curas que cantaban misa a partir del siglo XVI, tras el Concilio de Trento.

En la llamada Misa Tridentina, el sacerdote debía de lavarse las manos antes de poder tocar la hostia para dar la comunión. Era el monaguillo el encargado de realizar esta labor, acercando una jarra y una palangana al sacerdote, el cuál decía:

“Lavabo inter inocentes manus meas et circumdabo altare tuum, Domine”, que venía a decir “Lavaré mis manos entre los inocentes y rodearé tu altar, Señor”.

Desde entonces se acuñó esta palabra a todo el ritual y por extensión, a los utensilios utilizados, perdurando su uso hasta hoy.

Y como decíamos, somos unos privilegiados ya que sólo en Grecia, Roma y Cartago se han encontrado piletas lavatorias, que no eran más que una pileta fija con una palangana y una jarra con asa grande y boquilla pronunciada para verter el agua. El resto del mundo no tenía acceso a este “artilugio” y probablemente poco interés en la higiene personal.

Más tarde, en la Edad Media, no hubo mejoras al respecto sino al revés, ya que el acto de lavarse se convirtió en algo extraordinario propio de actos religiosos (no doméstico) y las pilas sólo estaban situadas en iglesias, monasterios o mezquitas.

No fue hasta el siglo XV donde aparecieron los lavabos con uso doméstico y la higiene empezó a tomar una importancia notoria en toda Europa. Los lavabos consistían en un trípode o mesilla de madera, sobre la cual descansaba una jofaina o lebrillo (una gran palangana de cerámica en la que verter el agua) con su aguamanil. Estos utensilios estuvieron sujetos a diferentes decoraciones acordes con la estética del momento.

Pero el lavabo tal cual lo conocemos hoy día nació en el siglo XIX cuando apareció la fontanería moderna, cuando se inventaron e instalaron en las nuevas viviendas largas tuberías de hierro soldadas con plomo que permitirían el agua corriente.

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