El pintor y arquitecto austriaco Friedensreich Hundertwasser viajó a Nueva Zelanda en los años 70 del siglo pasado y quedó tan fascinado por su paisaje que compró una casa en Kawakawa.

Fue entonces cuando se le asignó el diseño de los baños públicos de esta pequeña ciudad neolandesa, dejando una vez más su marca vanguardista nada común y sorprendente.

Creó un espacio psicodélico construido con baldosas asimétricas y vidrieras hechas con botellas de colores. Abrieron al público en 1999 y no tardaron en llenarse de amantes del arte con cámara en mano, y hasta día de hoy no ha dejado de ser un atractivo indiscutible de la ciudad.

Hoy no sólo siguen abiertos sino que se han convertido en un fenómeno viral y turístico. A pesar de que esta ciudad austral no pilla “muy a mano”, estos baños son excusa para atraer a 250.000 turistas cada año.